¿Cómo Regalo Calma a mis Hijos?

SE LLAMA CALMA
Se llama calma y me costó muchas tormentas.
Se llama calma y cuando desaparece…. salgo otra vez a su búsqueda
Se llama calma y me enseña a respirar, a pensar y repensar.
Se llama calma y cuando la locura la tienta se desatan vientos bravos que cuestan dominar.
Se llama calma y llega con los años cuando la ambición de joven, la lengua suelta y la panza fría dan lugar a más silencios y más sabiduría.
Se llama calma cuando se aprende bien a amar, cuando el egoísmo da lugar al dar y el inconformismo se desvanece para abrir corazón y alma entregándose enteros a quien quiera recibir y dar.
Se llama calma cuando la amistad es tan sincera que se caen todas las máscaras y todo se puede contar.
Se llama calma y el mundo la evade, la ignora, inventando guerras que nunca nadie va a ganar.
Se llama calma cuando el silencio se disfruta, cuando los ruidos no son solo música y locura sino el viento, los pájaros, la buena compañia o el ruido del mar.
Se llama calma y con nada se paga, no hay moneda de ningún color que pueda cubrir su valor cuando se hace realidad.
Se llama calma y me costó muchas tormentas y las transitaría mil veces más hasta volverla a encontrar.
Se llama calma, la disfruto, la respeto y no la quiero soltar…»

Extraído del libro de los Cuatro Acuerdos ( Miguel Ruiz)

En el siguiente artículo exploramos qué es la calma como concepto, realizamos un auto-análisis y auto-crítica y posteriormente extraemos propósitos concretos.

1. ¿Qué es la calma?

Etimológicamente, el vocablo griego kaûma, puede traducirse como “bochorno”, llega al latín como cauma. En el castellano derivó en calma: un estado de quietud, serenidad, sosiego o reposo.

Se habla de calma cuando alguien o algo está en paz, sin que existan sobresaltos. Por lo general, los seres vivos apreciamos la calma, ya que se trata de la sensación opuesta al miedo, a la percepción del peligro.

2. Hacer una Pausa

Dentro de la vorágine de la vida, es no sólo un lujo sino una necesidad darnos la oportunidad de hacer una pausa y hacernos preguntas como:

  • ¿Estoy haciendo bien las cosas con mis hijos? 
  • ¿Qué hago bien? ¿Qué hago mal?
  • ¿Cómo puedo mejorar?

Lo importante de toda reflexión es plasmar nuestras observaciones con propósitos concretos y a la vez sencillos. En otras palabras, soy el padre/madre que deseo ser? Si la respuesta es no o a veces, reflexiono en cómo saltar la brecha de lo que soy actualmente a lo que deseo ser y cómo la atravieso.

3. Autocrítica

La autorreflexión y autocrítica es clave para cualquier relación, contigo misma y por supuesto con tus hijos. Conocerte a ti misma es un proceso de autoestima y autorealización. Si eres una persona más bien estructurada y te cuesta hacerlo de manera espontánea puedes utilizar la siguiente guía de preguntas:

  • ¿Cómo va la relación con mi hijo? ¿Tengo la sensación de perder tolerancia o paciencia?
  • ¿Cuáles son mis detonantes de temperamento? ¿Por qué surgen?
  • ¿Cuáles son mis debilidades? ¿Con cuáles puntos no estoy conforme conmigo misma?
  • ¿Qué cosas que me molestan o critico de mi hijo y necesito mejorar en mí misma?
  • ¿Estar conmigo es una buena sensación o me paso la mayor parte del tiempo criticando, corrigiendo y siendo negativa?
  • ¿Me gustaría tenerme como madre/padre?
  • ¿Cuáles son mis fortalezas? ¿Qué cosas que hago ponen feliz a mi hijo? ¿Qué cosas lo hacen reír?
  • ¿Cómo consuelo a mi hijo? ¿Me doy cuenta que cuando hago las cosas con paciencia, calma y amor, se refleja todo esto también en ellos porque la calma es contagiosa?
  • ¿Hago yo mismo las cosas con calma? ¿Cómo puedo yo mismo crecer en calma y una vez que la tenga ofrecerla tanto a mi hijo como al resto de personas con las que convivo, trabajo, etc?

4. Propósitos

Para tener propósitos concretos es importante expresarlos en positivo, como una afirmación. Es así que proponernos gritar menos, puede tener un efecto bola de nieve y al final resultar en acumular ansiedad. Recuerda, la ansiedad es contagiosa, y también lo es la calma. Aquí tenemos algunas sugerencias para tus propósitos:

  • Reconocimiento de Fortalezas: Si en tu análisis de autoconocimiento reconociste que una de tus fortalezas es ser graciosa, intenta hacer un chiste en el momentos en que la tensión está empezando, así el niño se relajará y habrás ganado una pequeña batalla. Si cantas bien, empieza a cantar en un momento de alta tensión, la canción favorita de tu hijo sera algo que lo tranquilizará.
  • Tienes control de tus acciones, no las de tu hijo: Reconoce que tienes el control sobre tus acciones no las de tu hijo. Asegúrate de estar tranquila cuando hables con él sobre su comportamiento, una manera de tranquilizarse es escuchando con atención y así tendrás tiempo antes de reaccionar, escucha muy atentamente, recuerda que tenemos dos oídos y una boca, eso significa que escuchamos 100 palabras y respondemos con 50.
  • Trabaja en tus detonantes: Intenta reconocer algunas momentos concretos que desencadenan el enfado con tu hijo. Aunque responsabilizarás a tu hijo por comportamientos inapropiados, también reconocerás que gran parte de su comportamiento tiene que ver contigo. También toma en cuenta que tienen que pasar por etapas de desarrollo. Puedes hablar abiertamente con tu pareja y tus hijos de lo que suscita tu enfado, así entenderán mejor.
  • Practica el autocuidado: Descansa lo suficiente, come bien, practica algún deporte, camina, cuida tu salud, trabaja en tus relaciones adultas, persigue tus metas e intereses. Mientras más te cuides, más capacidad de recuperación tendrás y sobre todo, tu hijo no tendrá que cumplir emocionalmente contigo.
  • Construye la relación: Concéntrate en tus fortalezas, consérvalas y saca el mayor partido posible de ellas, haz que sean tan grandes que opaquen completamente a tus debilidades. No te concentres en las debilidades sino principalmente en tus fortalezas. Haz que la relación con tus hijos esté construída en el respeto, la honestidad (reconocer nuestra fortalezas y debilidades es parte de esta honestidad) y sobre todo en el amor, a los que amamos les damos lo que mejor de nosotros.Crea hábitos que te permiten estabilizar esta relación.

5. Concretando Propósitos

  • Voy a abrazar a mis hijos muy fuerte, al menos dos veces al día.
  • Voy a inclinarme a la altura de su carita para poder mirarlos a los ojos mientras les hablo.
  • Si les digo una cosa negativa inmediatamente les diré dos positivas o dos besos.
  • Voy a hacer énfasis en sus méritos.
  • Voy a tener más paciencia y explicar concretamente lo que tengo en la mente y espero de ellos.
  • Al analizar los detonantes si me doy cuenta que uno de ellos es por ejemplo la tardanza al salir, voy a ponerme a alistar las cosas con 10 minutos de anticipación y así estaré más relajado el momento de salir.
  • Voy a escuchar con atención lo que me dicen.
  • Haré la mayor cantidad de preguntas respecto a lo que me dicen.
  • Trataré de guiar más en lugar de mandar, en lugar de decir “deberías hacer….” Le dire: “qué pensaste tú que se puede hacer, cómo solucionas eso?”

La idea es fortalecer la relación con nuestros semejantes, con nuestros hijos y con nosotros mismos en calma…